lunes, 4 de diciembre de 2006

El Milagro de Jesús sobre el Ciego de Nacimiento

El Milagro de Jesús sobre el Ciego de Nacimiento

Juan Cap.9



“De pronto, Jesús se detuvo a contemplar al hombre ciego que estaba en la puerta del templo, y sus discípulos al ver que el se fijó en este hombre le preguntaron, “ Quien pecó para que este hombre esté ciego, él o sus Padres ?
Ninguno ha pecado respondió Jesús, ni el ni sus padres, sino que esta situación se ha dado para demostrar la Gloria de Dios.”

Así se registran los hechos relatados respecto de la situación que nuestro Señor utilizó para mostrarnos algo más de la grandeza de la obra de Dios.
El ha determinado que ciertas circunstancias experimentadas en la vida de los hombres, tengan el propósito de demostrarle que su mano creadora está presente en circunstancias y situaciones que sin su intervención divina no tendrían sentido para nuestra limitada comprensión y percepción de su Magnificencia.
Como no sorprendernos si por medio de su infinita misericordia fuimos rescatados de la ceguera que nos mantenía alejados de su amor.
Como no exaltar su infinita misericordia, si el que caminemos bajo su protección es la consecuencia de su determinación temprana de que seriamos objeto de demostración de su Gloria para los ojos del mundo.

Matthew Henry declara al respecto en su obra, comentarios de la Biblia, “Cristo curó a muchos que eran ciegos por enfermedad o accidente; aquí sanó a uno que era ciego de nacimiento. Así mostró su poder para socorrer en los casos más desesperados, y la obra de su gracias en las almas de los pecadores que da vista a los que son ciegos por naturaleza “

Según las creencias populares de la época, se admitían dos posibilidades para que se manifestarán situaciones de enfermedad como la exhibida por este ciego de nacimiento;
1- Su ceguera era consecuencia del castigo proporcionado en respuesta a un pecado cometido por él, o
2- consecuencia del pecado cometido por sus padres, cuyo castigo se materializaba en la descendencia.
La relación entre enfermedad y pecado estaba muy condicionada como explicación del origen de las epidemias.
Jesús les explica a los discípulos que no todas las manifestaciones de enfermedad sobre los hombres son por consecuencia del obrar en pecado, sino que como en este caso, se manifiestan para que la Gloria de Dios sea demostrada.
Igual situación encontramos en el relato de las experiencias de la vida de Job, quien sufre un sin número de situaciones adversas, manifestadas en enfermedades, y que son necesarias para la manifestación de la Gloria de Dios.



Principios de compromiso Cristiano.

“Nosotros debemos hacer las obras del que me envió mientras es de día; la noche viene cuando nadie puede trabajar.
Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo. ” v-4-5

Esta recomendación de Jesús se fundamenta en que cuando un hombre recibe la revelación de su amor, es el comienzo para experimentar las maravillas eternas que su Reino promete para quienes le siguen, y mientras gocemos de las bondades de la vida debemos compartir nuestra experiencia de renacimiento en la verdad eterna a quienes están a nuestro alrededor, y hacer las obras encomendadas por nuestro Señor, reflejo de su gran comisión tomada directamente del creador.

“ Nuestra vida es nuestro día en el que nos corresponde hacer el trabajo del día. Debemos estar ocupados y no desperdiciar el tiempo del día; el tiempo de reposo será cuando nuestro día esté terminado.” Matthew Henry.

Que sentido tiene desperdiciar el tiempo que nos ha sido otorgado para comunicar la verdad descubierta en Jesucristo, si en realidad para quienes han comprendido está verdad, esta constituye el fundamento de la obra de Dios sobre nuestra propia vida.
Lo finito de la existencia del hombre en esta vida, condicionan sus acciones a este pequeño instante de tiempo, insignificante comparado con lo que entendemos por eternidad, por tanto mientras tengamos esta mínima oportunidad debemos trabajar en la obra encomendada por nuestro amado Señor.

“ El acercamiento de la muerte debiera estimularnos para aprovechar todas las oportunidades de hacer y recibir el bien. Debemos hacer rápidamente el bien que tengamos oportunidad de hacer. Y aquel que nunca hace una buena obra hasta que no hay nada que objetar contra ella, dejará más de una una buena obra sin hacer.” Matthew Henry


La Demostración de Jesús.


Luego, Jesús escupió en la tierra, e hizo un barro con el cual untó los ojos del ciego, después le ordenó que se fuera a lavar al estanque que estaba dentro del templo Jn. 9: 6-7

Una vez más el Señor nos demuestra con este signo, que su obrar toma ciertos caminos, incomprensibles a nuestra razón, pero que finalmente son para que experimentemos la grandeza de sus obras.
Podría haber sido tan fácil para él, el haber efectuado la curación de este hombre, solo con haberlo pensado, y eso bastaba para que se realizara, sin embargo nos demuestra que muchas de las obras efectuadas para la sanación de las almas y los espíritus de los hombres, requieren de una más compleja conjunción de acciones que llevan finalmente a que abramos nuestros ojos, y contemplemos con ellos, el poder y las maravillas de su creación.
Los milagros del Señor a veces son tan sutiles, que se tornan imperceptibles para los sentidos del hombre, por estar agobiados por las vicisitudes de sus vidas, y en otras ocasiones, sus milagros son el resultado de la interacción de múltiples factores que derivan finalmente en la apertura de los sentidos y del corazón, hacia su inmenso amor.
Que el Señor toque nuestros corazones y nos permita comenzar a ver y a vivir de su gran amor, es un milagro, por que de otra forma, perdidos estaríamos.

“Se sabe que aquellos cuyos ojos son abiertos y sus corazones limpiados por la Gracia, son las mismas personas, pero de carácter completamente diferente, y viven como monumentos de la gloria del redentor y recomiendan su gracia a todos lo que desean la misma preciosa salvación. Bueno es fijarse en el camino y el método de las obras de Dios y se verán más maravillas. Aplíquese esto espiritualmente. En la obra de gracia obrada en el alma vemos el cambio, pero no vemos la mano que lo efectúa; el camino del Espíritu es como el viento, del cual uno oye el sonido pero no puede decir de dónde viene ni a adónde va.” Matthew Henry.

Jesús utiliza algo de sí para dar la sanación a este hombre ciego, su saliva, parte de su ser, combinada con la tierra, símbolo de la creación, nos llevan al contexto del renacer a una nueva vida.
Un nuevo comienzo, una nueva vida, una segunda oportunidad, eso es lo que obtenemos cuando somos tocados por su mano, y obtenemos la salvación del pecado al que estamos sometidos antes de su unción.
Y luego, cuando envía al hombre ciego a lavarse a la piscina de Siloe, eso, lo podemos interpretar en nuestra experiencia, como el bautismo al cual debemos someternos para morir y renacer a una nueva vida, junto a EL.

La luz del mundo es nuestro Señor para nosotros los Cristianos, por su amor, podemos abrir nuestros ojos, apartarnos de la ceguera que nos mantiene en las cosas equivocadas de este mundo, provocando los males y perturbaciones que experimenta el hombre de hoy, cuando no encuentra la luz, igual sensación que experimenta un ciego por no poder contemplar las cosas de este mundo, y no poder hacer una vida con total libertad.
Jesús quita ese velo mundano de nuestros ojos, y por fin podemos contemplar la existencia desde la perspectiva más profunda e importante como es la eternidad.
El es la esperanza de que podamos vivir en la luz, contemplar su magnificencia, descubrir su amor, seguir sus enseñanzas y así, ganarnos el sitial que nos reservó, incluso antes de nuestra concepción.
Por Cristo encontramos el camino de regreso al seno de nuestro amado Padre.

El Cuestionamiento a la Verdad.


“ Todos quienes contemplaron al ciego que regresaba del estanque de Siloé, y que podía ver, se preguntaban; ¿ Nos es este el que estaba ciego y mendigaba en la puerta del Templo ? y como ha recobrado la vista ?; el les respondió, el hombre llamado Jesús puso barro sobre mis ojos y me sano de la ceguera.” Jn 9: 7-11

Cada convertido a la vida Cristiana es rigurosamente enjuiciado por quienes han sido sus pares en esta vida, y esto, constituye la mayor prueba de fidelidad a que nos sometemos cuando aceptamos a Cristo en nuestro corazón.
Todos dudan, y se asombran de los cambios que transforman a los tocados por Cristo, y no pueden comprender el acto de transformación que por su Gracia, se genera en los corazones Cristianos, y buscan afanosamente explicar desde la experiencia humana lo que pasa en las vidas de los ungidos.
Vano intento realizan, en tratar de explicarse la esencia de estos cambios, ya que solo una vida junto a Cristo, permite encontrar el real sentido a la existencia del hombre, y una vez que se es tocado por EL, nada puede ser igual que antes, sino que comienza un camino de revelación, y descubrimos el mundo que estaba oculto a nuestros ojos, debido a la condición de ceguera espiritual a que nos sometemos por seguir las directrices de este mundo.

“Jesús oyó decir que lo habían echado fuera, y hallándolo, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del Hombre?
El respondió y dijo: ¿Y quién es, Señor, para que yo crea en El?
Jesús le dijo: Pues tú le has visto, y el que está hablando contigo, ése es.
El entonces dijo: Creo, Señor. Y le adoró.” V- 35-38

Finalmente, todo Cristiano sanado de la ceguera que le mantiene alejado de la real verdad y razón de la vida para el, reconoce en Jesús, el fundamento de salvación, la esperanza concreta de ser parte de su propósito, y la necesidad de comprometer su adoración a EL.
Como le ocurrió al ciego, también sentiremos el rechazo de quienes creen estar en la verdad, producto de la razón, y que la hace tan efímera e intrascendental como lo es vida del hombre en esta tierra, y que no tiene otro argumento más que rebatir la autoridad de Dios, sobre su propia creación.
Cristo nos llama a su regazo, para experimentar con su amoroso abrazo, el amor incondicional que Dios tiene para quienes le aman.



Autor: José Miguel Moreira M.

Escuela de Profesores CENLIMI Chile.


Bibliografía:

Comentario de La Biblia (Primera Edición)
Autor: Matthew Henry
Editorial Unilit
1999.

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